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Por otra parte, denunciamos con justa indignación y disgusto a los hombres que están tan engañados y desmoralizados por los encantos del placer del momento, tan cegados por el deseo, que no pueden prever el dolor y los problemas que inevitablemente seguirán; Y la misma culpa corresponde a aquellos que fallan en su deber por debilidad de voluntad, lo que es lo mismo que decir por rehuir el trabajo y el dolor. Estos casos son perfectamente simples y fáciles de distinguir. En una hora libre, cuando nuestro poder de elección no tiene límites y cuando nada nos impide hacer lo que más nos gusta, todo placer debe ser bienvenido y todo dolor debe evitarse. Pero en determinadas circunstancias y debido a las exigencias del deber o a las obligaciones de los negocios, ocurrirá con frecuencia que habrá que repudiar los placeres y aceptar las molestias. El hombre sabio se atiene siempre en estas cuestiones a este principio de selección: rechaza placeres para conseguir otros mayores, o bien soporta dolores para evitar dolores peores.